Justicia poética

Título: Misterio en el campanario

Autora: Sol Silvestre

Ilustradora: Maricel Rodríguez Clark

Editorial: del Naranjo

Colección: «Sub 20»

Recorte de tapa

 

Empezaré por advertir (ya que muchos de los que siguen este blog solo quieren leer reseñas) que aquí no escribiré un comentario sobre el libro. Como dije otras veces, no podría hacerlo: por exceso de amor o de autoexigencia. Para quien siga interesado aún en estas líneas y no me ha dejado hablando sola, les cuento: lo que voy a hacer es hablarles un poco de la cocina, no de la escritura, sino de la edición. ¿A quién puede interesarle esto? Bueno: a quien sea curioso de la vida ajena, a autores que quieran publicar, al que se ha hundido en la depresión después de que una editorial les diera un portazo en la cara.

No se preocupen, que la historia no es larga. Empezó, más o menos, en octubre del año pasado. Cuando desde una editorial (muy linda editorial) me escribieron para decir que iban a publicarme el manuscrito que les había enviado.  No, no era Misterio en el campanario. Es más: en ese entonces no había escrito ni uno solo de los cuentos que integran esta antología. Pero tengan paciencia, que ya van a entender adónde voy.

El caso es que hubo una reunión, muy distendida, en esa editorial. La jefa de edición se deshizo en elogios (hacia mí, claro). Me ofrecieron también, ipso facto, hacer la selección literaria de una antología para 2do grado; mientras tanto. Más

¿Quién dijo que las plantas son inofensivas?

Título: La escalera del miedo

Autora: María Laura Dedé

Ilustración de tapa: Juan Chavetta

Editorial: Galerna infantil

la escalera del miedo

La colección se anunció con bombos y platillos. El flyer que presentaba los primeros cuatro títulos (La escalera del miedo de María Laura Dedé, Los monos fantasma de Victoria Bayona, Desastre en el supermercado de Hernán Galdames, Mundos en venta y otros cuentos de Verónica Sukaczer) se multiplicó por las redes sociales: N veces compartido, me-gusteado aquí y allá. Había una garantía: el director de la colección. Porque Franco Vaccarini tiene su trayectoria y publica un montón.

El marketing es necesario. Y cómo. Las librerías están atiborradas de títulos. La LIJ crece a una velocidad que da vértigo. Los nombres de las grandes editoriales –que se ven en revistas, en diarios, incluso en afiches callejeros– tapan cualquier intento de asomo de las más chicas. Celebro que se apueste a la prensa y a la difusión. Que se destine dinero para ejemplares de cortesía y también tiempo para presentaciones y movidas mediáticas (por ejemplo, que los autores lean por radio y acepten el desafío de una entrevista colectiva). Porque (sé que suena triste pero creo que es así) el marketing es la única forma de poder competir.

Todo esto lo digo porque, aun cuando se trata de una colección nueva, el aparato de prensa ha sido tan bueno que ya leí varias reseñas de la colección. Es decir, esta se mezclará seguramente con muchas otras y espero sumar antes que repetir. De La escalera del miedo se dijo, por ejemplo,  que conforme avanzás en la lectura entrás en una gradación: del miedo más inocente y divertido a un género mucho más siniestro y aterrador. Y así bajás (te hundís en las profundidades) de escalón en escalón. Más

Loa a las voces nuevas

TítuloLos oficios del lápiz 3

Autores: Maricel Santin, María Magdalena Kelisek, Miguel Ángel Gavilán, Christian Strella, Delia Esther Fernández Cabo.

Ilustradores: Beatriz Cecilia Mariano, María Gabriela González, Ricardo Juan Egles, Josefina Wolf, Patricia Alejandra Fitti.

Editado por: Jitanjáfora

jitanjáfora

Los premios sirven para llamar la atención sobre algunas voces. A veces, están ya consagradas. Y otras, nos sugieren nuevos nombres que, entre el mar de opciones del mundo editorial, podríamos llegar a pasar por alto.

Maricel Santin ganó el primer premio de este concurso y no era desconocida para mí. Habíamos coincidido en la entrega del premio Sigmar 2011 y nos encontramos un tiempo después en la Feria del libro pero en aquel momento (nada raro en mí) no la reconocí. Volvía en el auto, sola, escuchando la radio, cuando me cayó la ficha: «¡Yo sabía que la conocía de algún lado!», seguro dije en voz alta.

Al día siguiente la busqué por facebook, me disculpé por mi distracción y desde entonces estamos en contacto. Sin duda, es una de mis personas favoritas en este mundillo editorial tan lleno de ególatras.  Y  por eso me alegró tanto el fallo del concurso organizado por Jitanjáfora «Como si la risa pudiera molestar».

Como Jitanjáfora es una red social para la promoción de la lectura y la escritura, los cuentos ganadores están disponibles en internet. Basta con hacer click en los títulos que detallo para volar hacia allí:  La tía Angélica, de Maricel Santin; Aires de Sapucai, de M. Magdalena Kelisek; Jennifer, la lombriz multicolor, de Miguel Ángel Gavilán; La abuela vizcacha y su vecina, Coco va al doctor y En los pagos de Anchorena, todos de Christian Strella; Rondel del ciempiés y Se armó baile, ambos de Delia E. Fernández Cabo.

Como soy una romántica perdida y además sentí que le debía este gesto a Maricel, busqué el libro. No fue fácil porque la Fundación está en Mar del Plata pero tampoco tan difícil porque mi familia política vive allá y cada tanto viajamos. Lo compré en la Feria del libro que se montó sobre la plaza Mitre, no me acuerdo a cuánto pero súper barato, y me volví réquete contenta a Buenos Aires. Más

Animales que dan risa

A todos nos puede pasar que nos cansemos de ser quienes somos. Es normal. Incluso entre los animales. Ballenas que se preguntan cómo será ser un pequeño pajarito, caballos que sueñan por un rato ser cabras, ovejas que cambiarían con gusto un par de letras para ser un rato abejas.  

Título: Lo que se preguntan los animales

Autor: Martín Blasco

Ilustrador: Cristian Bernardini

Colección: «La máquina de hacer lectores»

Editorial: Estación Mandioca

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Primero hablemos del diseño. Del hermoso papel y las ilustraciones, tan llenas de color y bien logradas (cómo no: si son de Bernardini). Entre cuento y cuento, una doble página ilustrada con preguntas sueltas en forma de poesía o caligrama. Me quedo con una: «¿Les dolerá a los rinocerontes que nadie reconozca que ellos también son unicornios?». Y así de preciosas son también las demás. Me gustan estas pausas. Le marcan un ritmo a la lectura, porque necesariamente nos detenemos (para leer las preguntas, por el modo en que están diseñadas, a veces tenemos que girar el libro o la cabeza. Necesitamos ir más despacio para disfrutar). Y está bien que esto pase antes y después de un cuento. Esa pausa, para un chico que apenas esté aprendiendo a leer, puede ser una motivación para continuar. La linealidad del lenguaje, aun para  aquellos  que disfrutan de los libros, puede resultar intimidante si están iniciándose en la lectura.

El texto, por otra parte, está evidentemente pensado para que el chico lea por sí solo. Me gusta que los primeros cuentos estén en imprenta mayúsculas y los últimos en minúscula porque implica cierta confianza en el pequeño lector: a medida que avance se irá entrenando y a mitad del libro ya estará listo para dar un paso más.   ¿Qué el adulto también puede disfrutar? Ninguna duda: los cuentos son hermosos. De esos que no encajan en ninguna edad porque son disfrutables para todos. Tiernos y divertidos. Pero no divertidos así nomás, a ver si me explico: ¡MUY divertidos! Algunos pasajes son hilarantes y les prometo que los chicos (y los grandes, claro) se van a matar de risa.

Los animales de este libro hablan, discuten, exploran, miran con ojos extrañados a su alrededor. Y esto último es genial porque a los chicos no se les escapará la idea de «punto de vista». Aunque no sepan nombrarlo de este modo entenderán sin problemas que no hay una verdad única e inamovible sino infinidad de formas de interpretar el mundo. Como ocurre con los buenos libros, Lo que se preguntan los animales viene con un plus: se disfruta per se (solo por el placer de la lectura) pero también llama la atención sobre algunas cuestiones de la vida en sociedad: lo bueno de ser diferentes, la autoestima. el respeto a los demás. Todos esos valores que tanto les gusta trabajar a las seños en los colegios, pero sin edulcorantes ni moralinas. A través de buenas historias y personajes queribles ¿puede pedirse más?

Los cuentos me gustaron todos pero no quiero dejar de apuntar que el de la tortuga y el caracol es sencillamente genial. Lo pondría de lectura obligatoria en todas las escuelas:-)

Para mayores de 6. Recomendadísimo.

Miedo en versión express

Título: Leyendas urbanas III (nuevos relatos de miedo)

Autora: Laura M. Bonavita

Ilustrador: Walter Carzón

Editorial: B de Blok

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Que haya libros para todos los gustos es algo que siempre voy a celebrar. No me parece una tragedia que las librerías estén atestadas de material, aun cuando (obviamente) no todo lo que está circulando es de mi agrado. Por suerte tengo muy en claro que yo soy UNA lectora entre millones y es probable que lo que no me gustó a mí, despierte la fascinación de otros. Claros ejemplos son Indias blancas de Bonelli y Crepúsculo de Meyer: a mí no me movieron un pelo pero los números de venta hablan por sí solos.

Al igual que en esos casos, intentaré contarles para quién fue escrito este libro, aun cuando yo estoy lejos de ser su «lectora ideal». Porque este libro es una buena opción para quien aprecie las tramas espeluznantes con finales sangrientos e infelices. Para quien disfruta de la historia per se y no ande preocupándose por el modo en que esté contada. Para quien prefiera los escenarios modernos, la urbanización, la tecnología y todo aquello que ayuda a identificar el mundo narrado con el contexto actual. Más

En mi salsa

Título: Cartas y cuentos con historia

Autora: Mabel Pagano

Editorial: Comunicarte

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Cuando estaba cursando mi cuarto año en la universidad, tuve una crisis existencial. Me había dado cuenta de que la carrera de Letras no era lo que yo pensaba. Yo quería escribir, y no me estaban preparando para eso. Me hacían leer un montón, claro; pero yo ya leía un montón antes de empezar la carrera… Entonces me picó el bichito de la Historia; porque si había algo que me fascinaba en un relato eran los modos de construcción del mundo posible. ¿Cómo hacía un escritor para retrotraerse a un lugar y a un tiempo lejanos y describirlo de tal manera que pareciera que él mismo había estado ahí; que él mismo había vivido en esos días?

Entonces fotocopié el plan de estudios (no, no eran tiempos de internet) y me pasé un par de días pensando si me convenía empezar otra carrera (no me planteé dejar Letras, porque lo disfrutaba, pero sí empezar a estudiar paralelamente Historia) o mejor esperaba a recibirme.

Lo único que llegué a hacer fue cursar Antropología en el CBC (las otras cinco materias ya las tenía aprobadas por el plan curricular de Letras) y, la verdad, aunque finalmente nunca empecé Historia (nació mi primer hijo y las prioridades tuvieron que reacomodarse) me recuerdo cursando con alegría y leyendo el material con devoción. Desde entonces soy estudiante autodidacta, me gusta cada tanto leer algún texto académico de otros terrenos disciplinares (no solo Historia; también Antropología o Filosofía o Artes) y me encanta especialmente embarcarme en alguna lectura literaria que tenga algún contexto más complejo que la pura ficción. Más

Un clásico remozado

Título: Historia del pajarito remendado

Autor: Gustavo Roldán

Ilustradora: María Wenicke

Editorial: Edelvives

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La historia es archiconocida. Porque es un cuento popular, y un mito (en el buen sentido) de la Literatura Infantil. La versión de Gustavo Roldán se publicó por primera vez en Colihue, con ilustraciones de Raúl Fortín. Ya entonces dio de qué hablar. Tanto, que inauguró una colección de esas que, siendo adultos,  recordamos con añoranza.  Eran libros pequeñitos, de tapa blanda. Ahora sé que de autores reconocidos, pero entonces me importaba muy poco quién escribía las historias que aquellas páginas guardaban.

Y me pregunto por qué esta versión de Roldán se habrá convertido en un clásico. Por qué este cuento popular dejó de tomarse como popular: ahora es casi imposible pensarlo sin autor. Porque La historia de pajarito remendado es de Gustavo Roldán. No importa que él la tomara del folklore, de los relatos orales que a través del tiempo y la geografía lograron sobrevivir al olvido de una generación a la otra.

Lo primero que me gusta es su franca revelación antes de empezar: «Esta es una versión libre de un cuento popular…»  Es el autor indiscutido, sí, pero pone sobre el tapete que esta no es una historia original ni nunca jamás contada: es la historia de siempre pero contada a su manera. Y la verdad que Roldán tiene una manera de contar, hermosa. Un árbol que es una fiesta de cantos y colores. Un día que se llena de luz al llenarse de pájaros. Un pajarito distinto pero que todos quieren (¡esto es un relato de inclusión!), un malvado que no solo es ingenuo sino todo un padrazo («ya tengo comida para mis pichones») y la trayectoria de un autor que le permite salirse de las estructuras gramaticales para charlar con el lenguaje más llano de los niños («un poco muerto de miedo pero un mucho muerto de risa»). Todo sin salirse del registro poético, del ritmo que dan las pausas y las repeticiones, los paralelismos, las enumeraciones.

Para coronar todo esto, María Wernike trabaja con la misma profundidad y nos muestra un árbol que es un pentagrama. Y juega con los planos y las panorámicas. Con los colores suaves y los pasteles. Con los gestos expresivos (¡cómo hablan las miradas!) y los blancos de la página, que también funcionan como parte del poema.

Un clásico remozado, que es un nuevo clásico. Con la sensibilidad y la estética de nuestros días. Para niños mayores de 4 (la contratapa reza «5»), y de ahí a contar para arriba.

Tom Sawyer, Huckleberry Finn… ¡Amarilis!

Título: La lagartija Amarilis

Autora: Graciela Pérez Aguilar

Ilustraciones: Pez

Editorial: Norma

Me gusta, de la lagartija Amarilis, la larga lista de cualidades que podemos inferir de sus acciones: es inteligente, curiosa, cauta (no se deja llevar por las habladurías), cultísima, intuitiva pero no prejuiciosa. Y hay muchas cosas más que nos ayudan a conocerla: le gusta mucho disfrazarse; tiene unos amigos incondicionales (el cuis Fernando y la rana Eduviges son los más cercanos) que la acompañan en sus aventuras; y es capaz de enfrentarse a terribles enemigos sin tener ningún miedo: un yacaré que termina ayudándola; un monstruo de la oscuridad que es tan horripilante como ingenuo; el dueño incendiario de una constructora qué es, además, un pésimo maestro; una «hermana» maldita que se evapora en el aire en cuanto ella se convence de que no existe en realidad;  y unos empresarios desalmados que, antes de lanzar al mundo una peligrosa línea de cosméticos,  se atreven a experimentar con animales.

Cuando los humanos se meten en la selva y entonces sobreviene un verdadero peligro, Amarilis no da vueltas: recurre a la especie homínida. Pepe, el experto ambientalista que conoce un poco el idioma de las lagartijas de tanto haber estudiado sus costumbres, es quien logra desmantelar las verdaderas intenciones de los cosmetólogos preocupados por la «belleza animal».   Más

Pensando en el público lector

Título: Tía Roberta y la música

Autora: Javiera Gutierrez

Ilustraciones: Adriana Keselman

Editorial: Lúdico

Este es un lindo libro para mayores de 4. Y empiezo por atrás (generalmente las recomendaciones por edad las hago al terminar la reseña) porque en el gran universo LIJ,  esta franja etaria (los 4, los 5, hasta los 6) es especialmente complicada. ¿Qué quiero decir? No es nuevo para nadie que en las librerías para niños hay tanto pero tanto (pero tanto, tanto, tanto) que es difícil elegir. Sobre todo porque hay ediciones lindísimas que pueden engañarnos a primera vista: libros estéticamente impecables que guardan historias que no son historias (y en el mejor de estos casos,  insulsas descripciones de esas bellas imágenes que, por supuesto, no necesitan palabras para lucirse), errores (y horrores) ortográficos, tramas que –como si hubieran sido supervisadas por el Ministerio de la Verdad de Orwell–afianzan valores tan arcaicos como obsoletos en nuestros días (mamás que solo saben cumplir el rol de amas de casa, familias «tradicionales»  como ejemplo de moralidad frente a la indecencia de las ensambladas, mandatos sociales que dividen las profesiones en aquellas que prometen éxito y las que conducen irremediablemente a la mediocridad).

Paralelamente a esta superoferta de libros olvidables, existe un género que –aunque hermoso– viene a complicar todavía más el panorama: el libro álbum. Y eso que a mí me encantan los (buenos ) libros álbum. Pero cada vez estoy más convencida de que no solamente son un regalo precioso para los adultos sino que además en ocasiones –por no decir casi siempre– están exclusivamente destinados a este grupo: a los pares escritores, a los críticos más exigentes, a los especialistas en Literatura Infantil. Los libros álbum nos conmueven, nos encantan; movilizan nuestros sentidos, nos hacen reflexionar: a nosotros, no a los chicos. Y no pretendo generar un debate con esta afirmación pero me doy cuenta de que esos libros que me fascinan a mí (muchos de los cuales reseñé con entusiasmo en este espacio) no resultan atractivos para los pequeños lectores. No es una suposición: lo he puesto a prueba. He compartido estas lecturas con mis hijos, con mis sobrinos, con sus amigos, con mis alumnos del taller infantil: chicos de edades muy diversas, algunos muy lectores y otros no tanto, algunos súper imaginativos y otros súper racionales. Cuando monitoreo la lectura y le busco la vuelta para «traducir» el mensaje que yo sí leo entre líneas, los chicos disfrutan. Cuando los dejo solos con esa lectura, se aburren. Y encima juega en contra la pubertad. Porque en esa edad que sí podrían disfrutarlos y comprenderlos mejor, los chicos rechazan el libro álbum por el solo hecho de verlo «lleno de dibujitos»: creen que ya están grandes para esos libros que, a su entender, son para bebés. Más

Cuentos para nosotros

Título: Cuentos de por acá

Autora: Iris Rivera

Ilustradora: Ana Sanfelippo

Editorial: Edelvives

Colección: “Ala Delta”

Los diez relatos de este libro se han difundido de boca en boca. Los hemos leído, por separado, en diferentes antologías, manuales y compilaciones. En revistas o libros. En páginas web. Algunos, incluso, los vimos representados como obras de teatro.

Es que estos cuentos son y no son de Iris Rivera. Estos cuentos son patrimonio de todos. De todos los que vivimos por acá. Por esta tierra grande y generosa, llena de campos y dificultades, como el hambre y la sequía.

En estos cuentos a veces aparecen hombres (siempre bien gauchitos,  con sus bombachas y sus alpargatas, haciendo labores rurales o transitando en carretas). O tigres. O una perdiz, un cuervo, un sapo, un surí, una garrapata. Y hasta mil diablos que terminan internándose en el quinto infierno.

Mi pareja preferida es, sin embargo, la que forman el zorro y el quirquincho. Me gusta porque rompe con el estereotipo: en los cuentos de por acá  no siempre gana el pícaro. El zorro es, sí, muy astuto. Pero también petulante, competitivo, orgulloso. Por eso el quirquincho le gana tan fácil. El quirquincho, que es trabajador y generoso. Que conoce sus limitaciones y sus fortalezas. Que no se agranda pero tampoco se deja engañar tan fácil.

En los cuentos de por acá el quirquincho es más ingenioso que el zorro. Más pícaro que el pícaro. Y por eso el personaje nos resulta más cercano, más simpático y querible. Mucho más que el zorro.

La destreza de Iris Rivera para hacernos sentir que “escuchamos” estos cuentos es de verdad admirable. Así, por ejemplo, el quirquincho pisha y los huesos del zorro hacen crash, crash, crash. Y ni hablar de las locuciones propias del relato oral: Cuentan que ahora…Dicen que dijo… Dicen que una vez…

La puntada sutil con la que teje el escenario tan nuestro, tan familiar y campestre se deja entrever en el uso de un montón de palabras vistosas y localistas: lechiguanas, pilchas y lapachos aparecen entreveradas, así, con el vos y el ´Ta bien y el Pa´no aburrirse y el lazo delgau.

Más allá de este escenario y esta atmósfera tan bien construida (reforzada por las simpáticas ilustraciones de Sanfelippo), la autora no olvida ni por un minuto al destinatario de estos cuentos, que no es el hombre de campo sino el niño de nuestros días. Y así nos dice, por ejemplo, que el pobre zorro sale disparado “como cañita voladora”. Me parece sencillamente genial.

El libro despertará risas y preguntas (¿es verdad que el sapo tiene la piel manchada por eso?) y hasta reflexiones (¿por qué el hombre traicionó al zorro después de que lo ayudó?). Es un libro, en fin, que nos permitirá muchos recorridos y que seguramente le gustará no solo a los niños mayores de 8 sino también a todos los paisanos de estos pagos. A nosotros.

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