¿Quién mejor que él?

Título: Pequeño dragón aprende a echar fuego

Autora: Graciela Perez Aguilar

Ilustradora: Natalia Colombo

Editorial: Edelvives

Colección: «Pequeletra»

Estoy trabajando en el escritorio, frente a la PC. Los chicos están en la pieza, silenciosos: leen. De pronto, la risa de Julián me llega desde allá y levanto la vista. No fue una risa tímida sino una risotada, de esas que duran varios segundos y me hacen sentir una cosquilla adentro: qué lindo es escucharlos reír. Casi, creo, no existe otro sonido que me guste más.

Siento los pasitos viniendo hacia mí. Todavía, a los seis años, cada vez que algo lo angustia o lo divierte, viene corriendo a contarme. Trae uno de los libros que me envió Edelvives para reseñar. Es Pequeño Dragón.   Otra vez Pequeño Dragón, porque el primero (aquel en el que el dragoncito aprendió a volar) hace rato que está en su biblioteca. Pequeño Dragón es suyo, y ya le avisó al hermano.

Julián está en primer grado y  lee solo. Y cuando digo solo es solo, solo. Lee historietas y lee libros como los de «Pequeletra»: con letras mayúsculas y breves. Le encanta eso. Le gusta que yo le lea los libros más largos, claro, pero me doy cuenta de que también le gusta la lectura silenciosa, íntima y solitaria. Me doy cuenta de qué clase de lector será y me siento orgullosa. Y ahora viene con Pequeño Dragón en las manos y me muestra la página 7, riendo.

–¡Mirá, mamá! –me dice– ¿te diste cuenta? Más

Misterio

Título: El baile

Autora: María Cristina Ramos

Ilustradora: Carolina Farías

Editorial: Edelvives

Colección: «Pequeletra»

 

He leído muchas poesías de María Cristina Ramos. Quiero decir, sé que escribe también narrativa pero aquí o allá mayormente yo he podido disfrutar de sus poemas: en manuales escolares, por ejemplo. Y no es un dato menor, porque al pasar las páginas de El baile intuyo, escondida tras la prosa, su alma de poeta. Tantas bellas  imágenes: el árbol del agua, las gotas de sol, las mecedoras en el fondo del mar, las camas de seda. Ay, cuando la forma trasciende el contenido. Porque en El baile no importa tanto la acción. No importa el qué. Es más: ¿cuál es el secreto que esconde Roberto? Carolina Farías ensaya una hipótesis y nos muestra una hermosa bolita trasnparente. Cautivante, luminosa, tan familiar y cotidiana para los niños como ajena a ese mar de colores pasteles y suavísimas pinceladas. Porque en El baile importa, más que nada,  el cómo. Las voces, las frases, las palabras enhebradas más allá del sentido. Es un cuento sí, pero poético. Y pequeña cita de autoridad que tengo para justificar esto: «Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio» (Federico García Lorca).

Para niños a partir de 5.

No te tengo miedo

Título: Javi y los leones

Autor: Joel Franz Rosell

Ilustradora: María Rojas

Editorial: Edelvives

Javi es un niño como cualquier otro. Un niño que a veces tiene miedo. No sabe todavía que las apariencias engañan, que (diría El Principito) lo esencial es invisible a los ojos. Por eso le teme a uno de los leones del parque. Al león fiero. Al que «se alza sobre las patas delanteras, con todos los músculos contraídos y la enorme boca abierta, enseñando sus afilados colmillos».

Pero un día, Javi descubre dos cosas: que aquel león no es tan fiero como parecía y que él mismo es capaz de enfrentar sus miedos. Que es capaz, incluso, de enfrentar al bravucón del colegio, ese que se roba las meriendas de los más pequeños.

Este es uno de esos cuentos para empezar (o volver) a creer en nosotros mismos.Para aprender a «ver» más allá de los ojos.

Y desde la gráfica, lo mismo nos cuenta María Rojas. Las ilustraciones están hechas, pareciera a tiza, sobre hojas de papel de diario. Tienen trazo infantil, como si el mismo Javi nos contara su versión de las cosas y del mundo. Por eso vemos leones con ocho patas y caras que se repiten: ¡el león sonriente es igual a Javi y el león fiero, al principio, igual al bravucón! Por eso también se sobredimensionan los dibujos: el puño del brabucón tiene el tamaño de un edificio en proporción a Javi, y solo sus ojos ocupan una doble página del libro.

 En fin, como siempre Edelvives logra la comunión entre la imagen y el texto. No se trata simplemente de contarnos la historia del niño: la «vemos» a través de sus dibujos, lo que la vuelve todavía más auténtica.

Para niños a partir de 5 años.

¡Despierta, África!

Título: La selva de Sara

Autor e ilustrador: Emilio Urberuaga

Editorial: Edelvives

Me gusta Sara con sus pelos largos y su vestido de Pedro Picapiedra. Me gustan sus respuestas simples pero certeras que «abren los ojos» de los animales. No son soñadores (que eso no puede ser malo) sino envidiosos: quieren lo que tiene el de al lado. Lo que Sara consigue es mostrarles que el de al lado también tiene sus problemas y, con esto, los ayuda además  a valorar lo que tienen en casa. Porque cada uno tiene algo especial. Único e irrepetible. Algo que podría ser envidiado a su vez por otros.  Son los animales de la selva de Sara todos los hombres de este planeta incorformista, competitivo y autoexigente. Sara los sueña y sus individualidades se pierden en un único ser con un montón de atributos extraordinarios (¿Por qué será que la ciencia, aun en sueños, es la responsable del cambio?). Y el ser se vuelve, lógicamente, abominable: ¿cómo ser especiales, únicos e irrepetibles así?

La selva de Sara nos recuerda el valor de las diferencias, la importancia de la autoestima, lo relativo de un punto de vista. El mundo africano se construye desde la imagen (con sus atardeceres amarillos,  la inmensidad de las noches plateadas, el constante movimiento de la vida en tierra, cielo y agua) y desde el texto (los baobabs, los nombres como Oblongo y la tribu Musgum). Acaso la única pega que le pongo al libro tiene que ver con eso: a mí, que vivo en el bullicio de la gran ciudad, me sobra un día. Sara se va a dormir sin acordarse de lo que los animales le habían contado; será recién a la noche siguiente, después de hablar con Oblango, cuando tiene aquel sueño. Tal vez, ahora lo pienso, Sara tiene la sabiduría de quien sabe esperar. ¿Qué importa si la respuesta llega mañana? Mientras tanto, allí está África (con sus cascadas, sus maravillas, sus amaneceres) para endulzar la espera.  

Para mayores de 5.

Vestirse solo

Título: El príncipe y el espejo

Autores: Concha Lopez Narvaez y Rafael Salmerón

Ilustrador: Rafael Salmerón

Editorial: Edelvives

Érase una vez un pequeño príncipe que quería cambiar el mundo: «cuando sea mayor, ordenaré…» reza tres veces, como debe ser en todo cuento de hadas. Pero ese espíritu revolucionario, idealista, tan utópico como necesario, se apaga cuando por casualidad escucha a los ministros que lo están vistiendo. Qué príncipe guapo, dicen. Y el orgullo del príncipe es como el pastel que come Alicia al caer en la madriguera: lo hace crecer y crecer.  Tanto, que ya no mira a través de su espejo (sí, sí, a través del espejo ¡como Alicia!)  a los aldeanos cargando agua, a los niños harapientos, a los ancianos durmiendo en las calles solitarias. Tanto, que no solo se olvida de mirar las cosas malas del mundo sino también las que son hermosas: los pájaros, el humo en las chimeneas, los lejanos bosques, las lejanas montañas.

Y como Alicia, el príncipe despierta justo a tiempo: la vigilia se lleva la magia y la tragedia y él vuelve su tamaño normal, ese que le permite ver el mundo antes que a sí mismo. Los ministros lo visten. Los ministros le dicen que es muy guapo. Pero el príncipe ha cambiado (¡como Alicia!) y gracias a su sueño ya comprende que es tiempo de aprender a vestirse solo.   

Para niños mayores de cinco años.