De viaje: Traslasierra

Título: Loro hablando solo

Autor: Juan Lima

Editorial: Comunicarte

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Lo primero que voy a decir es que este libro es distinto. Muy distinto. Es un libro que se sostiene básicamente en lo visual, en lo fotográfico. Y es la primera vez que yo me topo en LIJ con algo así (lo que no quiere decir obviamente que no existan libros así, solo que yo no me he topado con ellos). Me gustaría saber algo de edición para poder arriesgar, aunque sea a ojo de buen cubero, el gramaje de sus páginas. Porque el libro es de papel ilustración, de ese papel ilustración bien pesado que suelen tener las ediciones de altísima calidad que se ubican en los anaqueles de arte en las librerías. No es para menos: las imágenes de Loro hablando solo  son tan pero tan bellas que cualquier otra impresión no les habría hecho justicia. La cabeza del ñandú la vemos con tanto detalle que es posible distinguir su piel rugosa y hasta el nacimiento (¿cuero cabelludo?) de ese montón de pinches que después se perderá entre medio del ceniciento plumaje. A las espinas del cactus (supongo que será un cactus) se las ve tan nítidas en un primer plano que no pude resistir la tentación de rozarlas, acaso intuitivamente, solo para cerciorarme de que en verdad no estaban ahí. Y el zoom puesto sobre la avispa que retoza en quién sabe qué linda planta traserrana causa un efecto formidable: jamás me había detenido a pensar en qué bellas, tornasoladas son sus alas  ni en sus patas como hilos de cobre que brillan al sol. Más

Poesía gourmet

Título: Gajos de mandarina

Autora: Laura Quirós (Daniela Feoli)

Ilustradora: Natalia Colombo

Colección «Luna de azafrán»

Editorial:  del Naranjo

Gajos de mandarina

De chica me gustaba la poesía. Y mucho. Tanto era así, que una semana antes de morir (sin saber que iba a morirse, creo) Mamama me dio un tesoro: un pequeño libro con tapas de cuero que mi abuelo le había regalado hacía tantos años que yo no podía imaginarme cuántos. Jamás me lo hubiera dado –conociéndome como me conocía: a mí, que lo perdía todo; que olvidaba las cosas tiradas por ahí; que vivía distraída del mundo y de la gente─ de no saber que el libro estaría en buenas manos.

Y lo estaba: entonces la poesía me parecía lo más natural del mundo. Era un buen modo de pasarme las horas. De descubrir mis sentimientos en las palabras de otros. De espantar mis miedos, mis angustias, mis decepciones a través de una voz que me llevaba a un terreno donde el lenguaje de todos los días sabía volverse ritmo, melodía y música.

Todavía puedo verla  a Mamama, sentada en su silla, en aquel rincón de la cocina, mirándome con sus ojos transparentes de tan verdes, con su mano extendida dándome el libro. Me recuerdo meses después, ya con la tristeza de haberla perdido,  tocando con mis dedos su voz, que (me parecía) había quedado presa en esas páginas. Y me recuerdo, sobre todo, escribiendo al margen ─con insolente tinta indeleble─ cuánto (¡pero cuánto!) la extrañaba.  Yo declamaba en voz alta para ella, sin ninguna vergüenza: elevando los brazos, mirando al cielo, a la espera  de que, por fin, las oscuras golondrinas volvieran a colgar sus alas en mi balcón. Más

Misterio

Título: El baile

Autora: María Cristina Ramos

Ilustradora: Carolina Farías

Editorial: Edelvives

Colección: «Pequeletra»

 

He leído muchas poesías de María Cristina Ramos. Quiero decir, sé que escribe también narrativa pero aquí o allá mayormente yo he podido disfrutar de sus poemas: en manuales escolares, por ejemplo. Y no es un dato menor, porque al pasar las páginas de El baile intuyo, escondida tras la prosa, su alma de poeta. Tantas bellas  imágenes: el árbol del agua, las gotas de sol, las mecedoras en el fondo del mar, las camas de seda. Ay, cuando la forma trasciende el contenido. Porque en El baile no importa tanto la acción. No importa el qué. Es más: ¿cuál es el secreto que esconde Roberto? Carolina Farías ensaya una hipótesis y nos muestra una hermosa bolita trasnparente. Cautivante, luminosa, tan familiar y cotidiana para los niños como ajena a ese mar de colores pasteles y suavísimas pinceladas. Porque en El baile importa, más que nada,  el cómo. Las voces, las frases, las palabras enhebradas más allá del sentido. Es un cuento sí, pero poético. Y pequeña cita de autoridad que tengo para justificar esto: «Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio» (Federico García Lorca).

Para niños a partir de 5.

Sueño concretado

Título: La manzana de Blancanieves (y otros cuentos enrimados)

Autora: Sol Silvestre

Ilustradora: Perica

Editorial: Pequeña Aldea

Una vez más, no puedo reseñarme a mí misma. Reservo este espacio, entonces, para contar que la publicación de este libro me hace inmensamente feliz. Será por las idas y vueltas, porque estaba encajonado y de pronto volvió a ver la luz, porque tiene una historia personal y significativa, porque concretar un sueño es maravilloso  y volver a creer en él, más aún. La edición de Pequeña Aldea es deliciosa. Y las ilustraciones de Perica, divertidas, llenas de color y buen humor.  

Aquí les dejo dos de los cuentos enrimados: uno le pone título a la obra; otro,  punto final. 

La manzana de Blancanieves

Ya lo ven, por esa bruja
me ha quedado mala fama.
¡Justo a mí, que soy sabrosa,
rica en fibras, linda y sana!

¿No podía la ladina
usar una mandarina?
¿una uva, una ciruela,
una banana, una pera?

Más

Cuentos en verso para niños perversos

Título: Cuentos en verso para niños perversos

Autor: Roald Dahl

Ilustrador: Quentin Blake

Editorial: Alfaguara

La primera vez que vi este libro, pensé: «¡oh, no!». Es que hace unos años tuve la genial idea de escribir un poemario para chicos inspirado en los cuentos tradicionales. Y creí que era una idea novedosísima. Única. Inédita.

Tuve, debo reconocer, un sentimiento encontrado con este libro de Roald Dahl: me pareció genial, por un lado, y me tiró un sueño por la borda, por el otro. Lo quise y con la misma inmediatez, lo odié. Pero solo un ratito, porque una vez que me sacudí la envidia, me dispuse a disfrutarlo…Y evidentemente SOY perversa. Me encantó que Cenicienta se casara con un tipo que fabrica mermeladas. Que la madre de Juan no se bañara y el gigante morador de la habichuela de un zampazo la tragara. Que la dulce Blancanieves se enviciara y a la yegua Refifí todo apostara. Que Ricitos de oro terminara ¡ay, la pobre infeliz! incriminada. Que, cruel, Caperucita se paseara con tapado de lobo como nada. Y que encima después la descarada al ingenuo cerdito desollara ¡Ay, les juro, que cerrado el libro estaba, y seguía yo riendo a carcajadas!

Son, en fin, los Cuentos en Verso para niños perversos dignos hijos de mi muy querido y admirado Roald Dahl.   Para niños no impresionables a partir de 8. Y si no, que esperen hasta los 10.