Título: Historia del pajarito remendado
Autor: Gustavo Roldán
Ilustradora: María Wenicke
Editorial: Edelvives
La historia es archiconocida. Porque es un cuento popular, y un mito (en el buen sentido) de la Literatura Infantil. La versión de Gustavo Roldán se publicó por primera vez en Colihue, con ilustraciones de Raúl Fortín. Ya entonces dio de qué hablar. Tanto, que inauguró una colección de esas que, siendo adultos, recordamos con añoranza. Eran libros pequeñitos, de tapa blanda. Ahora sé que de autores reconocidos, pero entonces me importaba muy poco quién escribía las historias que aquellas páginas guardaban.
Y me pregunto por qué esta versión de Roldán se habrá convertido en un clásico. Por qué este cuento popular dejó de tomarse como popular: ahora es casi imposible pensarlo sin autor. Porque La historia de pajarito remendado es de Gustavo Roldán. No importa que él la tomara del folklore, de los relatos orales que a través del tiempo y la geografía lograron sobrevivir al olvido de una generación a la otra.
Lo primero que me gusta es su franca revelación antes de empezar: «Esta es una versión libre de un cuento popular…» Es el autor indiscutido, sí, pero pone sobre el tapete que esta no es una historia original ni nunca jamás contada: es la historia de siempre pero contada a su manera. Y la verdad que Roldán tiene una manera de contar, hermosa. Un árbol que es una fiesta de cantos y colores. Un día que se llena de luz al llenarse de pájaros. Un pajarito distinto pero que todos quieren (¡esto es un relato de inclusión!), un malvado que no solo es ingenuo sino todo un padrazo («ya tengo comida para mis pichones») y la trayectoria de un autor que le permite salirse de las estructuras gramaticales para charlar con el lenguaje más llano de los niños («un poco muerto de miedo pero un mucho muerto de risa»). Todo sin salirse del registro poético, del ritmo que dan las pausas y las repeticiones, los paralelismos, las enumeraciones.
Para coronar todo esto, María Wernike trabaja con la misma profundidad y nos muestra un árbol que es un pentagrama. Y juega con los planos y las panorámicas. Con los colores suaves y los pasteles. Con los gestos expresivos (¡cómo hablan las miradas!) y los blancos de la página, que también funcionan como parte del poema.
Un clásico remozado, que es un nuevo clásico. Con la sensibilidad y la estética de nuestros días. Para niños mayores de 4 (la contratapa reza «5»), y de ahí a contar para arriba.
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