Una lectura que se las trae

Título: Pascualita Gómez (una chica que se las trae)

Autora: Mercedes Pérez Sabbi

Ilustradora: Mónica Weiss

Editorial: Comunicarte

–¿¿Qué estás leyendo, ma??? –me dice Julián, muerto de risa. Y claro: la tapa es rosa (muy rosa); el título incluye un nombre demodé (¡en diminutivo!) y un apellido demasiado escuchado; el fondo, lleno de flores;  un personaje que surge de un collage con rayas, lunares y estampados.Y algo evoca todo ese conjunto, claro: es una tapa retro. ¡Y tan kitsch!

Esta palabra, que nació en Munich allá por 1860 y pico, hacía referencia al gusto vulgar de la nueva burguesía adinerada que se esforzaba demasiado al querer aprehender los hábitos culturales de la élite tradicional. Y el esfuerzo terminaba siendo una pantomima de la clase social: lo kitsch era cualquier cosa menos lo auténtico. Era un estilo sobrecargado, caótico y excesivo. Y esto se trasladó a la intención estética que recibió el mismo nombre: aun en nuestros días, al arte kitsch muchas veces se menciona con desprecio y denota lo que está en las antípodas del arte «culto».  Pero, por supuesto, siempre están los que toman el guante frente al prejuicio y lo kitsch también pasó a representar la reivindicación de la popular frente a la cultura impuesta por la clase dominante.

Y la tapa no engaña: Perez Sabbi exprime el estereotipo de la chica de barrio. Lo lleva hasta el exceso y lo hiperbólico,  como el arte kitsch. El escenario se construye con el olor del Riachuelo, la comida grasosa,  una abuela con un nombre poco chic (doña Chola). Y hasta el narrador se mofa  de la pobre Pascualita, que está demasiado preocupada por salir de donde está y no es capaz de darse cuenta de que la verdad es una farsa construida por las revistas de moda, los chismes del barrio y la televisión.

Por eso, cuando recibe un premio increíble (¡será una top model!) se convence a sí misma de que ha ganado, cuando en realidad pierde (renuncia a) su identidad.  Porque, sumisa, va aceptando todo. Hace lo que tiene que hacer para dejar de ser quien es: se transforma en una gacela (sugestivo el símbolo de femineidad, que apela al mundo árabe), se vuelve más alta y más delgada, se graba en la piel (¡literalmente!) el logo de la agencia que la llevará a la fama.

Y mientras Pascualita se va volviendo etérea e incorpórea, el enunciado se desprende de todas sus convenciones: las metáforas se literalizan y los signos de puntuación ejercen la soberanía sobre el discurso. El relato se vuelve pantomima y, por lo mismo, denuncia. El esfuerzo desmesurado por conseguir ser otro; la mirada condescendiente que «desde arriba» juzga al que se está esforzando y, por último, la reivindicación de lo popular frente a los absurdos mandatos que nos impone la moda. La tres aristas de lo kitsch en un solo relato.

Para mayores de 13, y mejor si la lectura es colectiva. Lo más rico de esta historia es, sin ninguna duda, el hecho de que el punto final invita al intercambio: a conversar, a interrogarnos, a repensar los conceptos que nos definen como seres sociales pero –sobre todo– como seres humanos.

 

Acompañar la lectura

Título: El secreto del gorrión

Autor: Mario Lillo

Ilustradora: Silvia Katz

Colección: «Cola de ratón»

Editorial: Comunicarte

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Como pasa con los libros álbum, esta historia no se cuenta solamente con palabras. Las tiene, y muy bellas, pero necesita de la imagen para anclar significados y más si pretendemos que los destinatarios sean chicos.

Los sentidos figurados, las metáforas, los implícitos, las alusiones no suelen ser las favoritas del público infantil. Pasa con la poesía también (por lo menos es la impresión que yo tengo al observar a mis hijos y a mis alumnos de taller, aun cuando todos ellos son «buenos» lectores): cuando la fuerza está puesta en el estilo, no es fácil «engancharlos». Es probable, muy probable, que lo que me parece bello a mí, a ellos los aburra soberanamente. Salvo que estemos ahí (y otra vez, hablo por experiencia) para compartir la lectura. Para ayudarlos un poco a desentrañar ese laberinto de voces e imágenes escondidas en el lenguaje poético.

Y este es uno de esos libros que necesita, me parece, del andamio que podamos tenderles, como adultos, a los chicos que todavía no saben de dictaduras y abusos y esclavitudes. Es necesario que estemos ahí, acompañándolos, contándoles cómo nosotros (y cada cual lo hará a su manera, según nuestra historia y nuestras lecturas y nuestra experiencia) vamos llenando los versos de sentido.

Versos, sí, porque aunque no es poesía –y otra vez: como pasa con los libros álbum– las palabras se suceden con candencia y buen ritmo. Suavemente. Y se nota muy bien que el autor ha mimado cada pausa, cada rima y cada coma porque admite una lectura en voz alta armoniosa y musical. El texto, por sí solo, e incluso si nos olvidáramos de su significado, es hermoso.

Y además, por supuesto, está el significado. Porque el texto habla de la libertad; de lo fuertes que somos, que podemos ser, cuando actuamos juntos; de lo necesario que es alzar las voces cuando el silencio se impone a causa del miedo. De la importancia (y la necesidad y la fuerza y la omnipotencia) del arte, que es lo que finalmente siempre nos rescata del horror.

Y además, por supuesto, están también las ilustraciones. Las pinceladas suaves, los colores que se difuminan, que se vuelven sombra o luz, según cuales sean las palabras que se van tejiendo en el tramado de las páginas. Y entonces es cuando texto e imagen se vuelven uno. Se necesitan mutuamente. Se reflejan y se complementan y se abrazan sin soltarse ni prescindirse. Fundiéndose en la polifonía y en el impacto visual.

Y el trabajo de Katz no solo es bello: es necesario para reponer un montón de referentes que los chicos, seguro, no tendrán. El hombre que se arrastra, apresado, y las cadenas rotas dicen lo que los versos callan. Y es necesario que allí estén, que de algún modo se explicite lo que se está queriendo implicar para que el público infantil pueda acceder al libro y no perderse, justamente, lo más bello que tiene.

Para niños mayores de diez, y acompañados.

 

 

Y clic. Comenzó el viaje

Y se ve que en ese momento me desperté. Me puse un poco triste, como me pasaba cuando pensaba en mi papá, y también contento, porque las cosas se aclaraban.

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Título: La banda de los coleccionistas 

Autora: Lilia Lardone

Ilustradora: Mónica Weiss

Editorial: Comunicarte

Esta novela nos habla de todas esas imágenes que nos llegan –a veces en forma de sueños, a veces en forma de recuerdos, a veces fusionadas en ambas cosas– para aclararnos el presente. Porque es cierto que la vida a veces se vuelve injusta y no nos queda otra que adaptarnos de la mejor manera posible a lo que nos tocó vivir.

Lilia Lardone nos habla de la muerte sin que el relato se hunda irreparablemente en la tristeza, como pasa a veces. Ya en el segundo renglón, el narrador protagonista se pone al descubierto sin preámbulos: «(Esta historia) empezó hace mucho, cuando mi papá se murió». Listo, no habrá ningún golpe bajo. La historia empieza con el dolor y lo que sigue es acompañar al personaje en el camino que recorrerá para transitar ese dolor. Cómo seguir viviendo después de que la vida nos golpea así, de eso se trata y no de escarbar en la angustia y en la desesperación. No de estancarnos en el recuerdo que lastima sino en buscar ese otro tipo de recuerdo que nos ayudará a seguir adelante. Más

Semillas que suelta el viento

Título: Encantado, dijo el sapo

Autora: María Cristina Ramos

Ilustradora: Virginia Piñón

Editorial: Comunicarte

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De la editorial Comunicarte me gustan muchas cosas. Una de ellas es la estética. Sus ediciones suelen ser bellísimas: los colores, la calidad del papel, el aprovechamiento de los espacios. Parece que al Departamento de Arte no se le escapa nada. Hasta los nombres de las colecciones son geniales: «bicho bolita» me hace pensar en los chicos, pero también en la potencialidad que tendrá el libro, que podrá desplegarse o no frente a nosotros conforme sepamos tratarlo bien.

La apuesta por la estética que hace la editorial no es menor, porque hay que decirlo: a los chicos les importa poco la estética y si no hay un adulto allí para señalárselo –entre el mar de libros infantiles que hay en las librerías — el chico se quedará primero con el que tiene stickers y brillos y accesorios como lupas y anteojos 3D. Así que lejos de dejarse llevar por lo más comercial que es la venta segura, Comunicarte intenta ofrecernos un buen material. No apunta a cualquier lector sino a buenos lectores. Y creo que por esto es una editorial que me gusta tanto.  Más

De viaje: Traslasierra

Título: Loro hablando solo

Autor: Juan Lima

Editorial: Comunicarte

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Lo primero que voy a decir es que este libro es distinto. Muy distinto. Es un libro que se sostiene básicamente en lo visual, en lo fotográfico. Y es la primera vez que yo me topo en LIJ con algo así (lo que no quiere decir obviamente que no existan libros así, solo que yo no me he topado con ellos). Me gustaría saber algo de edición para poder arriesgar, aunque sea a ojo de buen cubero, el gramaje de sus páginas. Porque el libro es de papel ilustración, de ese papel ilustración bien pesado que suelen tener las ediciones de altísima calidad que se ubican en los anaqueles de arte en las librerías. No es para menos: las imágenes de Loro hablando solo  son tan pero tan bellas que cualquier otra impresión no les habría hecho justicia. La cabeza del ñandú la vemos con tanto detalle que es posible distinguir su piel rugosa y hasta el nacimiento (¿cuero cabelludo?) de ese montón de pinches que después se perderá entre medio del ceniciento plumaje. A las espinas del cactus (supongo que será un cactus) se las ve tan nítidas en un primer plano que no pude resistir la tentación de rozarlas, acaso intuitivamente, solo para cerciorarme de que en verdad no estaban ahí. Y el zoom puesto sobre la avispa que retoza en quién sabe qué linda planta traserrana causa un efecto formidable: jamás me había detenido a pensar en qué bellas, tornasoladas son sus alas  ni en sus patas como hilos de cobre que brillan al sol. Más

It´s easy if you try…

Título: La silla de imaginar

Autora: Canela

Ilustrador: Daniel Roldán

Colección: «Cola de ratón»

Editorial: Comunicarte

A veces me da vergüenza atrasarme tanto con las reseñas. Ya ni siquiera puedo calcular cuándo fue que recibí este libro de la Editorial Comunicarte. Como siempre, lo leí inmediatamente, hice mil anotaciones en mi cuadernito (ese que tengo  sobre el escritorio) y le di un lugar en mi biblioteca para que descansara allí, lindo como es, hasta que yo encontrara por fin el tiempo para sentarme y escrbir una reseña de esas que siento «concienzudas», como salidas del fondo mismo de mis entrañas. Esas reseñas que llevan su tiempo de maduración y que me atrasan más, todavía más, de lo habitual.

Pues este es el caso. La silla de imaginar es uno de esos libros que se te meten adentro y que por tanto te exigen un tiempo extra para encontrar las palabras justas, esas que estén a la altura de todo lo que el libro expresa . Empezando por la tapa, enigmática y bella: una silla –simple, rústica, humilde–y un globo de pensamiento lleno de colores dispuestos en simetría pero diversos. La guarda inicial  del libro superará aquello. Un campo. Una ruta de asfalto. Un puente. Dos. Un camino de ripio rodeado de árboles. Un auto entrando al pueblo que rodea la estación del tren. Y hasta allí todo hermoso. Pero se interpone la primera línea del texto y, como dándonos una bofetada, nos despierta: «Junto a las vías había un pueblo por el que ya no pasaba el tren». De pronto aquel boulevar tranquilo se vuelve solitario,  la paz del cuadro se difumina en un sentimiento de compasión: vemos un pueblo que, como tantos, se ha condenado al olvido. Más

¡Justo un 11 de septiembre!

Título: El taller de escritura creativa (en la escuela, la biblioteca, el club)

Autoras: María Teresa Andruetto y Lilia Lardone

Editorial: Comunicarte

Colección: » Pedagogía y didáctica»

Siempre me gustó estudiar. Y en el sentido más etimológico del término: studere, en latín, significa esforzarse, poner celo y empeño en algo. Así, estudiar nos mantiene siempre en movimiento, en plena búsqueda. Y la búsqueda del saber, por suerte, nunca se acaba. Siempre hay más por estudiar, por aprender.

Mi formación es en Letras. Soy profesora y Licenciada en Letras. Coordino talleres de lectura y escritura en la Universidad de Buenos Aires y en mi casa. Mi vida profesional es eso: lectura- escritura. Coordinar- enseñar. Leer- escribir. Aprender leyendo, escribiendo, enseñando. Cuando recibí el envío de la Editorial Comunicarte y vi este libro me emocioné. De verdad me emocioné. Porque es un libro que habla sobre mi trabajo.  Y no es que me sienta insegura en mi trabajo; hace un tiempo que no me quedo quieta: congresos, publicaciones, equipos de investigación.  Quiero decir, hasta me animaría a escribir un libro como este.  Pero por suerte los libros sobre escritura creativa son en algún sentido inagotables, diversos e irrepetibles. Difícil que se repitan, en tanto no se repiten las experiencias que los suscitan: siempre hay algo más para aprender. Y mucho más con maestras — ¡qué justito decir esto un 11 de septiembre!– como Lardone y Andruetto. Más

Tomarse la vida con humor

Título: Inspector Martinuchi (el barroso caso del cuco Moscuco)

Autor: David Wapner

Ilustradora: Mónica Weiss

Editorial: Comunicarte

Colección: «Veinte escalones»

 

El inspector Martinuchi es delirante. Ridículo y exagerado. Algo imprevisible y paranoico. Eso: sobre todo paranoico. El inspector Martinuchi sería una delicia para cualquier psicólogo. Uno de esos locos lindos que sin duda causarían espanto en la vida real. Sin embargo,  en ese mundo paralelo imaginario que vive dentro de los libros Martinuchi es un personaje adorable. De esos que se quedan en la retina por un tiempo, porque Martinuchi es muy visual. Muy esperpéntico. Escuchamos sus diálogos hilarantes, sus paradójicamente razonables sinsentidos, sus reflexiones disparatadas y vemos su bigote, sus anteojos, su inútil impermeable de frazada. Uno va leyendo y ve pasar las distintas acciones como una película. Como una obra de teatro. De hecho, Wapner, fiel a su trayectoria, nos regala un capítulo (el VIII) íntegramente escrito como una obra teatral. Más