¡Qué-rescate-Dios-mío!

Título: Insectos al rescate

Autor: Sebastián Pedrozo

Ilustrador: Cristian Turdera

Editorial: SM

Lo que más me gustó de este libro es la inversión de roles. En la vida real, no puedo imaginarme nada más molesto que una mosca ni nada más adorable que un niño. En el mundo inventado por Pedrozo, en cambio, la mosca Francisca es encantadora (en palabras de Roco: «Sos muy simpática y chistosa. Eso es algo muy lindo en una mosca»).  Y el niño de dientes amarillos, el ser más aborrecible del planeta.

Como en todo relato de aventuras, el espíritu que mueve a los personajes es infantil: no hay lugar para el temor paralizante  que sentimos los adultos, que siempre andamos pensando una y otra vez en las consecuencias de nuestros actos.  Los chicos, en cambio, se lanzan a la aventura, sin pensarlo demasiado, sin preocuparse por el momento que vendrá después: «¡Vamos para allá!», grita Francisca «en tono de superhéroe valiente o, más bien, inconsciente» (p.35). Por ese mismo espíritu la acción no decae nunca: el relato es dinámico, fluye entre el humor y una sucesión de peripecias que retiene al lector siempre expentante y divertido. Y el desfile de pintorescos personajes (una araña que quiere ser actriz, una mariposa que no habla porque le basta con ser hermosa, un gusano enamorado y un mosquito que es el mejor amigo del mundo) sirve para acercarnos más a ese mundo inventado y alejarnos del propio. Desde esa distancia vemos cuán aterrador puede resultar el hecho de que un niño se divierta arrancándole las alas a un insecto (» A los chicos, por supuesto, no les gustaría que yo les sacara los brazos uno por uno, riéndome», sentencia Francisca entre resignada y dolida) o coleccionando mariposas en unos paneles que, como campos de concentración, se muestran sin mostrarse del todo, como si el verdadero horror estuviera en el acto de que nadie impida  su anónima presencia allí.

Las ilustraciones de Turdera, por último –como siempre, cargadas de ternura– ponen en primer plano la expresividad de los personajes, logrando que el ambiente se nos vuelve más ameno y familiar todavía.

 La contratapa reza «a partir de 7 años» pero mi hijo menor apenas cumplió los seis e igualmente disfrutó la aventura.

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