Justicia poética

Título: Misterio en el campanario

Autora: Sol Silvestre

Ilustradora: Maricel Rodríguez Clark

Editorial: del Naranjo

Colección: «Sub 20»

Recorte de tapa

 

Empezaré por advertir (ya que muchos de los que siguen este blog solo quieren leer reseñas) que aquí no escribiré un comentario sobre el libro. Como dije otras veces, no podría hacerlo: por exceso de amor o de autoexigencia. Para quien siga interesado aún en estas líneas y no me ha dejado hablando sola, les cuento: lo que voy a hacer es hablarles un poco de la cocina, no de la escritura, sino de la edición. ¿A quién puede interesarle esto? Bueno: a quien sea curioso de la vida ajena, a autores que quieran publicar, al que se ha hundido en la depresión después de que una editorial les diera un portazo en la cara.

No se preocupen, que la historia no es larga. Empezó, más o menos, en octubre del año pasado. Cuando desde una editorial (muy linda editorial) me escribieron para decir que iban a publicarme el manuscrito que les había enviado.  No, no era Misterio en el campanario. Es más: en ese entonces no había escrito ni uno solo de los cuentos que integran esta antología. Pero tengan paciencia, que ya van a entender adónde voy.

El caso es que hubo una reunión, muy distendida, en esa editorial. La jefa de edición se deshizo en elogios (hacia mí, claro). Me ofrecieron también, ipso facto, hacer la selección literaria de una antología para 2do grado; mientras tanto.

Por mail, cuando plantaron el libro, me escribieron para decirme que un par de cuentos no entraban. Iba a formar parte de una colección que como mucho podía tener 96 páginas. Entonces me dijeron así: «Elegí vos qué sacar». Ah, sí, a esta altura yo ya me sentía Messi. O les digo más: ¡Mascherano!

Pero esperen, que ya se va a pudrir el asunto (o en otras palabras, ya empieza lo divertido). Exactamente el día en que me avisan que una nueva editora se sumó al staff. ¿Me creen si les cuento que me alegré por ella? Porque, claro, yo la conocía. De otra editorial, pero también de la vida. Cuando nos conocimos, ninguna de las dos soñaba, creo, con trabajar en el mundo editorial. Y ahí estábamos, las dos.

Ahora que lo cuento, me veo a mí misma como una pánfila. Porque las señales de su incomodidad fueron claras desde el inicio: me aclaró que yo estaba confundida, que ella iba a editar literatura (creo que entonces, recién, se desayunó que yo no escribía manuales, solamente) y al teléfono la sentí distante, al punto que le dije «¿te acordás de mí?» porque se me cruzó que no estaba entendiendo con quién hablaba.

Quiero que se entienda bien que lo que a mí me enojó de todo este asunto, no fue que a ella no le gustara lo que yo escribo. Así como a veces digo que soy demasiado sensible para sobrevivir en este mundillo editorial, sí tengo temple para aceptar el rechazo (o mejor dicho, la opinión de otro). No me deprimo, no lloro, no se me cruza por la cabeza dedicarme a otra cosa que no sea escribir. No culpo al otro, tampoco, ni empiezo a odiarlo por el solo hecho de que me haya dicho que no. De verdad tengo temple, de verdad sé separar la paja del trigo. Y van (para que vean que no miento) con nombre y apellido dos editores que me dijeron sendas veces que no: hace muchos años, Karina Echevarría, a quien adoro. Y hace poquito, Franco Vaccarini, a quien seguiré leyendo como siempre y mejor, porque a partir de ese mail que me mandó siento que lo conozco un poco más como persona.

Pero lo que pasó con esta editora/conocida de añares fue distinto. Porque nunca me dijo que no, en primer lugar. Un día me escribió un mail para decirme que 8 cuentos no iban (¡ocho!) y que entonces tenía que escribir ocho más en su lugar. Estábamos a todo esto, ya en principios de diciembre. Los necesitaba para antes de navidad.

Idas, vueltas, cruces, súplicas de alguna prórroga. El contrato, aunque la jefe de edición había llegado a mandarme un modelo, nunca se firmó. Tal vez porque esperaban a tener los nuevos cuentos. Tal vez porque fui tímida y no quise puentear a mi editora de turno. No sé. El caso es que para antes de navidad, llegué a escribir cuatro de los ocho cuentos. Los fui mandando de a uno: «espero devolución» lo escribí cuatro veces.

Llegamos a enero y llamé por teléfono a la editorial (porque la devolución que había pedido, jamás la recibí). Y así, por teléfono, me dijo, que sí los había leído. Que el primero estaba bueno pero no podía transcurrir en una escuela de monjas, que el pirata del segundo hacía cosas inapropiadas como secuestrar gente y tomar ron, que el tercero da risa y no miedo (cabe aclarar que nunca me habían dicho que los cuentos tenían que ser de miedo). Del cuarto, ni me acuerdo qué me dijo.

–Está bien –le dije yo. Y escribí otros dos. Y se los mandé. Y le dije por mail que no iba a escribir el resto hasta que me diera una devolución. Lo que pasó fue insólito: ¡ni siquiera me mandó un acuse! Ni esa, ni ninguna de las dos veces que reenvié los cuentos.

Bueno, ahora sí: esos seis cuentos (los cuatro que le mandé primero y que me «rebotó») y los dos que nunca jamás leyó son los que integran Misterio en el campanario. Casi que tendría que dedicarle el libro a ella. Porque en febrero mandé el manuscrito con los seis cuentos a Norma Huidobro. Y en menos de una semana me contestó que le había encantado (esto para que vean que a veces también ENORMES escritoras me dicen qué sí:-). Y en marzo me lo mandaron con las lindas ilustraciones de Maricel Rodriguez Clark. Y en abril, ya estaba en la feria.

Y por las dudas de que alguno se pierda el guiño que da título a esta reseña que no es una reseña, les cuento que la justicia poética es un tópico literario antiquísimo, (ya se usaba en épocas de Sofocles) que consiste en premiar la virtud y/o castigar la maldad, finalmente.  Si esto, señores, no es justicia poética ¿la justicia poética dónde está?

 

10 comentarios (+¿añadir los tuyos?)

  1. Olga Cortez Barbera
    Jul 21, 2014 @ 19:04:46

    Sólo le envío un guiño, Sol. Y mis felicitaciones. Veré si su libro se consigue aquí, en Caracas.

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  2. Lauri
    Jul 22, 2014 @ 14:37:32

    Te felicito por el temple… ¡Y viva la justicia poética!!!!!!!!!!!!!!

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  3. naty
    Jul 26, 2014 @ 20:17:02

    Voy a ir a la feria solo para comprar este libro! Me encantó la historia con final feliz…

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  4. Juli
    Ago 03, 2014 @ 16:59:26

    El esfuerzo y la pasión tarde o temprano son reconocidas. Merecidísimo.

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  5. María Gabriela Belziti
    Ago 08, 2014 @ 02:19:07

    ¡Qué cocina! Ya mismo me encargo un ¨Misterio en el campanario¨ y lo guardo (habiéndolo leído primero), para que en cualquier oportunidad me lo dediques.

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